Acerca de mí

Divulgador científico y profesor en la Universidad Camilo José Cela

Mi nombre es Jorge Antonio Vázquez Parra y soy @elsegundoluz. Soy de Alcalá, pero me llevaron a nacer a Madrid. Alcalá solo era una ciudad dormitorio más, con la universidad cerrada desde hacía más de cien años y sin ni siquiera un gran hospital que atendiera a su población. Eso, que se podría decir que me llevaron a nacer a Madrid, como a la mayoría de complutenses de mi generación. Esto ocurrió pocos meses antes de que llegara a la Luna la última de las misiones Apolo. No me mudé a mi ciudad de nacimiento hasta los 34 años de edad.

Desde 2013 soy profesor en los grados de Magisterio en Educación Infantil y Magisterio en Educación Primaria en la Universidad Camilo José Cela en Madrid, donde recientemente comencé a tutorizar también trabajos de fin de máster en el Máster de Educación Secundaria. He impartido e imparto diversas asignaturas relacionadas con la didáctica de la ciencia, las ciencias naturales y también la de matemáticas. También coordiné el Departamento de Ciencias Naturales y Experimentales de la Facultad de Educación. Uno de los primeros entornos en los que se comunica la ciencia es el aula del colegio, de modo que la formación de los futuros docentes en ciencias puede ser una tarea de gran responsabilidad.

En 2018 terminé el Máster en Historia de la Ciencia y la Comunicación Científica por la Universitat de Alacant, un máster en el que también participan la Universitat de València y la Miguel Hernández de Elche. Hice las prácticas de comunicación de la ciencia en el Departamento de Astrofísica I de la Universidad Complutense. Mi doctorado es una continuación de los estudios de este máster, una investigación que sigo desde el Programa de Doctorado en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica en la Universitat de València, acerca de las redes de conocimiento asociadas a los saberes científicos de dos astrolabios construidos en al-Andalus en el siglo XI. Mis codirectores son Carmel Ferragud (Valencia) y Josep Casulleras (Universitat de Barcelona). Por último señalaré que soy miembro del grupo de investigación «Vernacularidades en la ciencia medieval y renacentista: textos, creadores, profesionales».

La división entre personas de letras y de ciencias es artificiosa

Mi proyecto con el que me siento más realizado es Educa Ciencia, que fundé en 2007 después de trabajar un año como planetarista para otra empresa ya desaparecida. Construyo mis propios planetarios digitales desde que se empezaron a poner de moda, pero sigo echando de menos un viejo GOTO, el primero que manejé en 1994 o un Soyuz de Argentina, como el que utilicé los primeros años.

Estoy convencido de que la comunicación es más eficaz cuando estás en contacto directo con el público, por eso creo que Educa Ciencia es un buen proyecto de divulgación científica. No en vano he pasado mucho tiempo viajando por casi toda España, ilusionando por la ciencia a decenas y decenas de miles de personas cada año, sobre todo a los más pequeños. La divulgación de calle tiene una parte muy dura, de gran desgaste físico, que exige una vocación enorme, por lo que no todos los que lo intentan logran mantenerse mucho tiempo. Me quedo sin dudarlo con lo positivo, por las emociones que me genera, además de por satisfacer un sentimiento o deseo humanista de ayudar a que más personas aprendan ciencia. Ser jurista es, sin duda, un punto a favor para cualquier empresario, aunque lo sea de una pequeña empresa como la mía. Me licencié en Derecho en la Universidad de Alcalá en el año 2000. Mis mejores calificaciones fueron matrícula de honor en Derecho Constitucional y sobresaliente en Derecho Penal, lo que quiere decir que soy más de público que de privado.

He pasado mucho tiempo compartiendo experiencias con otros astrónomos aficionados, especialmente de Alcalá, de Madrid y de Guadalajara. En 2008 publiqué con la editorial Creaciones Copyright mi primer libro: «Astronomía en Internet. Como usar internet para aprender a observar el cielo y a elegir telescopio». Inspirado por mi esposa, la astrofísica Gema Hebrero, sentía que me debía profesionalizar. Por eso estudié en la primera promoción del Máster en Astronomía y Astrofísica de la Universidad VIU en 2011, donde quedé el segundo de la clase por solo dos décimas de diferencia con el primero, obteniendo de nota media final Matrícula de Honor. Inicié entonces el trabajo fin de máster en la biblioteca del MUNCYT, la investigación que me llevaría después a empezar una tesis doctoral en 2020.

Mi esposa y yo diseñamos en plena pandemia la memoria de un máster de astrofísica, por encargo de una universidad privada española, del que asumí yo mismo su puesta en marcha. Para ello fue necesario seleccionar al equipo de redactores de contenidos y al claustro, de acuerdo siempre con las directrices que marcaba la universidad, que tenía en todo momento la última palabra, como es lógico. Hubo que hacer ajustes puntuales en el claustro incluso hasta justo antes de mi marcha. Llevaba también la comercialización del máster dirigiendo al equipo de asesores y la coordinación de los estudios. Fui director asociado por desiganción de la Junta Rectora, además de su primer coordinador académico. Impartí Comunicación social de la astronomía y la astrofísica, una asignatura innovadora creada también por mí, en la que los alumnos aprendían las vicisitudes de los métodos de la astrofísica, sus relaciones con otras facetas culturales de la sociedad, incluída la perspectiva de género y, cómo no, una selección de técnicas de comunicación científica. Fue una etapa muy interesante y satisfactoria, casi un sueño, en la que compartí espacio de trabajo con varios astrofísicos y matemáticos. Uno de los momentos que recordaré será, sin duda, cuando entrevisté personalmente a Jocelyn Bell para enriquecer los contenidos de mi asignatura, además de a otras personalidades de la comunicación de la ciencia en España. Habría continuado en este trabajo sin dudarlo, pero no generaba una buena rentabilidad por el tiempo que necesitaba invertir para ofrecer unos resultados de calidad suficiente. Así que presenté la renuncia una vez terminé la docencia de mi asignatura, en marzo de 2022, para dedicarme a mi tesis y al público de Educa Ciencia.

Lo que más me atrae de la astronomía es la contemplación y el estudio del firmamento a simple vista. Mi telescopio favorito es un Takahashi TSA 102, al que confieso que no llego a sacarle provecho. De la ciencia, en general, me interesa su evolución, como se generan sus saberes y métodos y las redes por las que se relacionan entre sí. Siento gran curiosidad por el límite, si existe tal cosa, entre la ciencia y el resto de la cultura, de la que obviamente forma parte. Mi doctorado tiene relación, precisamente, con todo esto que comento.

Me encantan los sonidos armónicos y los acordes interminables, tipo la obertura de Parsifal. Me inquietan las disonancias y las distorsiones sonoras, pero no las rechazo en absoluto sino más bien lo contrario, son como el ácido y el amargo, que te hacen disfrutar más del resto de sabores y aromas musicales. No me decidí a aprender interpretación hasta un mes antes de cumplir cuarenta y tres años, cuando empecé a tomar clases de piano clásico con Lurdes Donate en Madrid. Me animé también con la armonía. Cinco años después, a mitad del Arabesque de Debussy, llegó la pandemia y las clases se interrumpieron. Había tenido tiempo también de iniciarme en la producción musical con un DJ y monté un pequeño estudio casero, con el que no he empezado a practicar hasta este año, animado por las clases de improvisación de jazz que estoy recibiendo de Javier López. Aunque me haya dedicado a la astronomía, mi verdadera gran pasión es la música, que si hubiera sido al revés, quizá diría ahora que soy más apasionado de la astronomía que de la música. Cosas de la vida 😉

Jorge Antonio Vázquez Parra
Aprender astronomía

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En clase de piano con Lurdes Donate