Parménides

Cuando entendemos la ciencia (especialmente las ciencias formales y empíricas) como un conocimiento teórico libre de intereses personales, de opiniones y de contenidos emotivos estamos continuando con una tradición que se origina en la antigua filosofía griega.

θεωρός (theoros), que deriva de θἐα (visión) era la persona que iba «a ver» al oráculo y que representaba a las ciudades griegas en los festivales. La palabra teoría implica, por lo tanto, no solo una visión o contemplación del cosmos, sino también una visión desinteresada, porque el theoros se enajenaba a sí mismo, anulándose como un simple mensajero ante su misión sagrada.

Ἐπιστήμη (Episteme) es también otra palabra de origen griego que ha recibido diversos significados. Hoy en día nos puede resultar familiar porque de ella deriva la palabra epistemología, «el estudio filosófico de la ciencia». Pero episteme no significaba ciencia originalmente porque, de hecho, la ciencia como la conocemos hoy no existía hace tanto tiempo, como es obvio. Platón reservaba la palabra episteme para referirse el conocimiento inteligible o verdadero, al que contraponía la δόξα (doxa), el conocimiento sensible y perecedero u opinión.

Pero la abstracción de lo personal en favor de lo universal viene de más atrás. Concretamente de Parménides. La abstracción que implica una ciencia neutral separada de nuestros valores, que nos trasciende (ontológica) y que presupone un mundo cognoscible parte del poema del filósofo de Elea, en el que dice que hay dos vías, la de la verdad y la de la opinión. De la primera podemos aprender acerca de las cosas que no cambian, mientras que la segunda vía la seguirían quienes se dejan engañar por los sentidos, que nos proporcionan información acerca de las cosas que cambian:

«Las únicas vías de indagación [son] una es lo que es, es, y que lo que no tiene que ser no es; es la vía de la persuasión, pues sigue a la verdad. La otra que es, no es y que es necesario que no sea; esta vía, te digo, no puede ser enseñada y es impracticable, pues no podrías ni conocer lo que no es, porque es irrealizable, ni decirlo».

Para Parménides, igual que después para Platón, el conocimiento debe buscar las cosas inmutables y apartarse de lo que nos muestran los sentidos. Aquella episteme se alcanzaba, solamente, mediante el pensamiento, mientras que la ciencia de hoy necesita de la experimentación y la observación. Son cosas diferentes, está claro, pero mantienen en común la consideración de que el conocimiento es opuesto a la opinión.

Y hasta aquí la teoría. Si la ciencia está libre de mácula o si sufre las influencias personales que soporta cualquier otra actividad humana, se tratará de discutir en futuras entradas en esta web. Lo iremos enlazando aquí mismo, para quien tenga la paciencia y el valor de leerlo, si considera que lo escrito tiene la suficiente calidad.

Fuentes:

León, F. (2012) Historia del pensamiento clásico y medieval. Guillermo Escolar.

Habermas, J. (1965) Conocimiento e interés, en Ciencia y técnica como ideología (2017). Tecnos.

Por Jorge A. Vázquez Parra

Comunicador científico y divulgador con el planetario de Educa Ciencia. Investigador en ciencia medieval en la Universitat de València y docente de la didáctica de la ciencia en la Universidad Camilo José Cela.